Alicia en el sótano.
Ediciones Libros.com. Madrid, 2015.
122 págs.
16,00 €
Tener descendencia es una fuente de oro de la cuál emana la mejor literatura. Francisco Umbral escribió uno de sus mejores libros, Mortal y Rosa, tras la prematura muerte de su hijo. Cormac McCarthy, tras ser padre, plasmó en La Carretera, su emotiva y metafórica visión de lo que supone cuidar a un menor inocente en un mundo apocalíptico. Ahora, Santiago Eximeno también ha escrito su obra sobre el gran giro copernicano personal que supone ese nuevo estadio. El centro no eres tú, son ellos, y el amor y la fascinación se retan en duelo con el miedo a la perdida del hijo, tema central de Alicia en el Sótano.
Santiago Eximeno también confecciona juegos abstractos de mesa. Su libro es también otro juego, en el que el lector tiene que interpretar el sentido final de lo que esta sucediendo. La realidad plasmada es siempre subjetiva, contada en primera persona por el padre, Santiago -sí, al igual que el autor-. El viaje al horror iniciado por el protagonista nos lleva a un viaje por los sótanos del inconsciente, en el que no sabes cuál es el límite entre la locura y lo sobrenatural. La respuesta, abierta, la tiene el lector, en un movimiento maestro que saca de nosotros el sentido final del libro y que rompe con la idea del lector como un receptor meramente pasivo.
Otro aspecto fundamental en la obra es la excelente veracidad de su prosa. A este respecto voy a compartir un secreto. Da la casualidad de que soy vecino de Santiago. Voy al mismo parque infantil en el que acontecen los hechos que se relatan. El ambiente del parque, cada columpio, cada detalle del mismo está excelentemente retratado. Pero va más allá. Me identifico enseguida con sus reflexiones y su postura vital. Un parque de niños no siempre ese escenario de alegría y de esparcimiento.
No solamente los escenarios le delatan, también los nombres de sus hijas, de su mujer, incluso el suyo. Todos son reales, y la valentía de Santiago es encomiable porque estamos hablando de un indecoroso desnudo narrativo. Santiago se explora a fondo, dejando una estela de profunda oscuridad. En este sentido, la lectura del libro es bastante arisca, amarga, y muy difícil de digerir. No hay descanso, no hay santuario para el apaleado lector en este viaje hacia el alma doliente del autor.
Alberto Monreal

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