El próximo viernes 6 de mayo cierra sus puertas la exposición «Cleopatra y la fascinación de Egipto» en la Fundación Canal de Madrid. Así que si todavía no la habéis visto tenéis un plan estupendo para este fin de semana. Para que la visita sea todavía más productiva aquí os dejamos el avance del artículo de Sergio Álvarez titulado «Cleopatra, desesperación y magia en Alejandría» y que hemos publicado en Mistérica Ars Secreta 6 – La mujer y el misterio, que ya sabéis que está disponible en la tienda de la web www.misterica.net.
Aquí os dejamos el avance del artículo:
Cleopatra, desesperación y magia en Alejandría
Cleopatra VII de Egipto, cuya figura ha sido presentada en el cine como prototipo de belleza, justa reina de inmaculado linaje y amante apasionada, podría haber sido todo lo contrario: ajena a los cánones de belleza actuales, proveniente de una dinastía extranjera en decadencia y una astuta estratega que utilizaba a sus amantes. Eso sí, fue iniciada en los misterios egipcios. La realidad y el mito se entrelazan en lo que respecta a la más famosa de las reinas del Nilo.
El mito y la realidad
Cleopatra VII, también conocida como Cleopatra Filopátor Nea Thea, fue la última reina regente de la dinastía ptolemaica, que había gobernado el país del Nilo desde la caída de Alejandro Magno en el siglo iii antes de Cristo. Se la presenta como una mujer independiente, culta, hermosa e inteligente que dominó un extenso reino desde su palacio de Alejandría, donde era venerada por su pueblo. Por si esto no fuera suficiente, utilizó sus encantos naturales para atraer a los hombres más poderosos de su época y expandir su influencia en todo el Mediterráneo. La más bella de todas las reinas de la antigüedad utilizaba las mejores vestiduras y los mejores cosméticos que se podían adquirir en el mundo antiguo para seducir a embajadores y dignatarios. No conoció un no por respuesta hasta que el envidioso Octaviano aplastó Egipto bajo el yugo romano y terminó de esta forma con tres mil años de armoniosa civilización faraónica. El conocido final perfecto, con Cleopatra y su marido cometiendo doble suicidio por amor, es un mito que nos ha llegado a través de las películas de Hollywood, novelas y series de televisión. Las fuentes, sin embargo, nos hablan de una historia diferente, más interesante y llena de matices.
Para empezar, el contexto histórico en el que Cleopatra llegó al poder era muy diferente al de aquel reino estable de los constructores de las pirámides de Guiza. El pueblo egipcio había estado sometido a una jerarquía sacerdotal hereditaria, con sede en Menfis, desde las primeras dinastías faraónicas del Imperio Antiguo (ca. 2700 a. C.). Nunca fue «libre» ni tuvo ningún órgano representativo, como se deja entrever en algunas de las historias que han llegado hasta nosotros Es hacia finales del Imperio Nuevo (ca. 1100 a. C.) cuando Egipto alcanza su máxima expansión territorial. Desde ese momento se sumerge en un proceso regresivo: es invadido por diferentes potencias extranjeras y pierde su independencia cultural respecto a las civilizaciones vecinas. El momento en el que Alejandro Magno entra en Menfis y es proclamado faraón, en el 332 a. C., fue un episodio triste para la sociedad egipcia, que veía a estos nuevos invasores forasteros como «menos malos» que los anteriores. de hecho, Alejandría era una ciudad estado vetada a los propios egipcios, desde donde una minoría griega recaudaba la riqueza del país y tomaba las decisiones.
Sergio Álvarez
Puedes leer el artículo completo en Mistérica Ars Secreta 6 – La mujer y el misterio.

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