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John William Waterhouse. Cleopatra, 1887. Colección privada, a/c Martin Beinsly Fine Art.

Cleopatra VII de Egipto, cuya figura ha sido presentada en el cine como prototipo de belleza, justa reina de inmaculado linaje y amante apasionada, podría haber sido todo lo contrario: ajena a los cánones de belleza actuales, proveniente de una dinastía extranjera en decadencia y una astuta estratega que utilizaba a sus amantes. Eso sí, fue iniciada en los misterios egipcios. La realidad y el mito se entrelazan en lo que respecta a la más famosa de las reinas del Nilo.

El mito y la realidad

Cleopatra VII, también conocida como Cleopatra Filopátor Nea Thea, fue la última reina regente de la dinastía ptolemaica, que había gobernado el país del Nilo desde la caída de Alejandro Magno en el siglo iii antes de Cristo. Se la presenta como una mujer independiente, culta, hermosa e inteligente que dominó un extenso reino desde su palacio de Alejandría, donde era venerada por su pueblo. Por si esto no fuera suficiente, utilizó sus encantos naturales para atraer a los hombres más poderosos de su época y expandir su influencia en todo el Mediterráneo. La más bella de todas las reinas de la antigüedad utilizaba las mejores vestiduras y los mejores cosméticos que se podían adquirir en el mundo antiguo para seducir a embajadores y dignatarios. No conoció un no por respuesta hasta que el envidioso Octaviano aplastó Egipto bajo el yugo romano y terminó de esta forma con tres mil años de armoniosa civilización faraónica. El conocido final perfecto, con Cleopatra y su marido cometiendo doble suicidio por amor, es un mito que nos ha llegado a través de las películas de Hollywood, novelas y series de televisión. Las fuentes, sin embargo, nos hablan de una historia diferente, más interesante y llena de matices.

Para empezar, el contexto histórico en el que Cleopatra llegó al poder era muy diferente al de aquel reino estable de los constructores de las pirámides de Guiza. El pueblo egipcio había estado sometido a una jerarquía sacerdotal hereditaria, con sede en Menfis, desde las primeras dinastías faraónicas del Imperio Antiguo (ca. 2700 a. C.). Nunca fue «libre» ni tuvo ningún órgano representativo, como se deja entrever en algunas de las historias que han llegado hasta nosotros Es hacia finales del Imperio Nuevo (ca. 1100 a. C.) cuando Egipto alcanza su máxima expansión territorial. Desde ese momento se sumerge en un proceso regresivo: es invadido por diferentes potencias extranjeras y pierde su independencia cultural respecto a las civilizaciones vecinas. El momento en el que Alejandro Magno entra en Menfis y es proclamado faraón, en el 332 a. C., fue un episodio triste para la sociedad egipcia, que veía a estos nuevos invasores forasteros como «menos malos» que los anteriores. de hecho, Alejandría era una ciudad estado vetada a los propios egipcios, desde donde una minoría griega recaudaba la riqueza del país y tomaba las decisiones.

Cleopatra subió al trono en el año 51 a. C. con el sobrenombre de Filopátor, ‘la que ama a su padre’. Su progenitor, Ptolomeo XII, fue precisamente una de las figuras más nefastas de su dinastía, y personifica cuán inestable era el poder que ella heredó. apodado irónicamente Auletes (traducido como ‘el flautista’) por su afición a la música y su absoluta despreocupación de los asuntos de estado, perdió importantes territorios en el Mediterráneo, como Chipre, sin oponer resistencia. Ello ocasionó continuas revueltas internas y externas, que tuvo que apaciguar sobornando regularmente a la casta sacerdotal de Menfis y al Senado romano para mantenerse en el trono. Otro problema era su condición de hijo bastardo.

Alexandre Cabanel. Cleopatra probando venenos con prisioneros condenados, 1887. Royal Museum of Fine Arts, Amberes.
Alexandre Cabanel. Cleopatra probando venenos con prisioneros condenados, 1887. Royal Museum of Fine Arts, Amberes.

Para poder reinar, Cleopatra debió casarse con su hermano Ptolomeo XIII, de apenas doce años de edad. algo usual y permitido por ley en Egipto ya que en esos casos la tutela recaía en los eunucos de palacio. En aquel árbol familiar, el historial familiar de traiciones entre hermanos y padres era extenso y pintoresco. según las fuentes romanas, cuando Cleopatra VII era niña presenció, al marchar su padre a Roma en busca de aliados en el 58 a. C., cómo su hermana Berenice IV envenenaba a su otra hermana, Cleopatra VI, para hacerse con el control. Poco después también mandó asesinar a su propio marido y rechazó tajantemente compartir el poder. Cuando su padre volvió a Alejandría, se reestableció en el trono y mandó decapitar a Berenice como represalia. su .esposa, Cleopatra V, también desaparece misteriosamente de toda referencia mural en los templos a partir del 57 a. C. Todos estos acontecimientos debieron ser traumáticos para la joven Cleopatra; aunque no lo suficiente, ya que ella misma entró en el juego de traiciones y luchas por el poder al iniciar una sangrienta guerra civil contra su hermano. Este conflicto destruyó parte de la colección de la biblioteca de Alejandría y terminó con la vida de Ptolomeo XIII, de apenas dieciséis años de edad.

Cleopatra no era precisamente un angelito, ni siquiera en apariencia. Aunque se la ha presentado como una gran beldad de su época, las monedas con su efigie y las estatuas que se han conservado distan mucho del canon de belleza mostrado por la industria cinematográfica. Lo que sí ha quedado registrado en fuentes romanas es su refinada educación palaciega, ya que fue instruida en literatura, música, matemáticas, filosofía, política y magia. Podía desenvolverse en varios idiomas, incluyendo el egipcio (al contrario que el resto de su dinastía), y según el escritor romano Cicerón (que la conoció), tenía cautivadores personalidad y tono de voz. Este mismo autor fue quien creó el mito de que Cleopatra vivía en la opulencia y era una insaciable coleccionista de amantes, con los que habría montado bacanales varias veces a la semana. Una leyenda cuyo objetivo era desprestigiar su imagen en Roma, pero que ha llegado a nosotros con un sentido positivo y glamuroso.

Alejandría, año 30 a. C. ¿El fin de Egipto?

Relieve de Isis en el templo de File. Wikimedia Commons.
Relieve de Isis en el templo de File. Wikimedia Commons.

Otro matiz importante que se falsifica en las novelas sobre Cleopatra es el final real de su historia. Se ha creado la percepción de Octaviano como un malvado que habría conquistado Egipto por envidia y destruido su milenaria cultura, tras la batalla de Accio en 31 a. C. y el suicidio de Cleopatra y Marco Antonio. Esto contradice la lógica de que la historia la escriben los vencedores. De hecho, el vencedor se convirtió en César Augusto, el creador del Principado que llevaría a su máxima extensión las posesiones romanas y engrandecería Alejandría al convertirla en el puerto de enlace con Asia. A pesar de que es cierto que consideró Egipto jurídicamente como su patrimonio personal, también es verdad que mejoró con creces el trato recibido por los campesinos egipcios durante la dinastía ptolemaica. Además, conservó y amplió con dinero público la biblioteca de Alejandría, en la cual mantuvo los nuevos volúmenes llegados de Pérgamo. Asimismo, construyó nuevos caminos y reestructuró el sistema de canales, lo que mejoró la producción agrícola y la distribución de mercancías a zonas apartadas. lo más importante es que llevó a las rutas comerciales la estabilidad que solo el ejército romano podía proveer. Así abrió de nuevo la navegación por el mar Rojo para mercadear con China a través de la ruta de la seda. a pesar de todo esto, se le ha hecho pasar por el malo malísimo en todas las películas; el demonio que destrozó el idílico paraíso del Nilo.

En cuanto a sus últimas disposiciones, nunca sabremos qué pretendía realmente Cleopatra cuando firmó las Donaciones de Alejandría en 34 a. C. Se trató de un acuerdo con Marco Antonio mediante el que este les legaba a ella y sus hijos grandes territorios (algunos en poder de Octavio), reconocía a Cesarión como heredero de César y ponía fin a su matrimonio con Octavia. Quizá su objetivo fuera imponer a su descendencia en las provincias orientales romanas, pero se intuye que no tenía mucho interés en cambiar la situación de los egipcios. Es más, antes de conocer la noticia del suicidio de su amado Marco Antonio, hay constancia de que ordenó asesinar a las voces disidentes del reino y planificó huir con el botín de los templos. Como dato curioso, según la doctora Pilar Rivero de la Universidad de Zaragoza, uno de sus planes de huida habría sido refugiarse en Hispania.

El culto a Isis y la serpiente mágica

En agosto del año 30 a. C. los soldados romanos de Octavio consiguieron entrar en los aposentos de Cleopatra. La escena que se encontraron fue dantesca: había serpientes reptando por todos lados; la reina yacía difunta en su lecho real y sus dos asistentas, moribundas, trataban desesperadamente de recomponer su cuerpo y maquillarla para que la presentación al público fuera, como de costumbre, perfecta. Las tres habían decidido suicidarse con el veneno de la más sagrada de las serpientes, la cobra egipcia. Esta escena fue descrita años después del suceso por autores que conocían la importancia simbólica que acarreaba. La griega diosa-serpiente Pitón, hija de la madre tierra Gea, se enrosca haciéndose una con las divinidades ofidias minoicas y con Glykon, otro dios reptiliano de raíces macedónicas. todos a una morderían fatalmente a Cleopatra VII, que así se habría reencarnado en la diosa-cobra egipcia Merseger, guardiana inmortal del inframundo. Un final magistral.

El historiador Plutarco fue el principal difusor del dramático suicidio por mordedura de áspid (o cobra egipcia) de la reina. Sin embargo, este autor nació casi un siglo después de aquel hecho, por lo que se entiende que pudo basarse en crónicas de Augusto, cuyos originales no han llegado a nuestros días. Realidad o ficción, lo que nos transmiten estos escritos es la intención de Cleopatra de morir acorde a la creencia egipcia en la vida del más allá. La alegoría de la cobra es una referencia directa a la diosa Isis y los cultos mágicos antiguos.

Probablemente Cleopatra VII fuera iniciada en los cultos mistéricos de Isis y educada por sacerdotes de Tebas durante su infancia. Esta diosa era la protectora de la naturaleza y se le atribuían poderes curativos mágicos. Aunque la deidad que personificaba la magia era Heka, los sacerdotes dedicados a Isis conservaban los libros de conjuros y fórmulas mágicas. es más que presumible que la reina tuviera acceso a este conocimiento a través de las bibliotecas de los templos, a los que favoreció económicamente durante su mandato. Cuenta el historiador romano Suetonio que, tras seducir a Julio César, la reina le persuadió para realizar una visita a Egipto, que ella convirtió en el mayor espectáculo de propaganda religiosa visto hasta entonces. Se preparó una comitiva de casi cuatrocientos barcos dotados de todos los lujos del momento y se le mostraron al hombre más poderoso de Roma la pirámide de Keops en Guiza, los grandes templos y bibliotecas de Tebas. como colofón, una visita al santuario de la isla de File, donde Cleopatra fue recibida como reencarnación de la mismísima Isis. Esta perfecta representación teatral tuvo un impacto tremendo en Julio César y su séquito, de modo que a su vuelta a Roma expandieron aquel culto oriental. Ello que se tradujo en la construcción de nuevos templos dedicados a Isis por todo el Mediterráneo.

Poca documentación se ha recuperado de estos templos egipcios donde se practicaba magia. Sin embargo, hay una colección de escritos que ha salido a la luz en los últimos dos siglos, procedente de varios lugares del desierto egipcio, llamada Papiros mágicos griegos. recogen textos y fórmulas mágicas escritas en un estilo esotérico donde se funden los mitos egipcios, griegos, hebreos y babilónicos. son las mejores fuentes que tenemos sobre la religión sincrética que se dio en época helenística. Hay encantamientos de amor, maldiciones, amuletos, fórmulas protectoras e invocaciones para demonios y seres protectores. También pueden encontrarse referencias al uso de venenos, que ya se venían desarrollando desde las primeras dinastías egipcias. Cleopatra debió haber utilizado este conocimiento para sobrevivir en un entorno donde era habitual morir víctima del antimonio o el arsénico, derramado cuidadosamente en la cena por un rival familiar.

Cuando Cesarión, el hijo de Cleopatra y Julio César, fue asesinado en Alejandría, se extendió sobre ella y su legado lo que los romanos llamaban damnatio memoriae o condena de la memoria, por lo que toda referencia a su persona habría quedado borrada para la posteridad. A pesar de eso, su leyenda ha perdurado durante siglos. Sobre todo en las corrientes esotéricas, donde apenas tres siglos después de su muerte, en la misma Alejandría, las crónicas árabes posteriores nos hablan de una famosa alquimista que utilizaba como seudónimo su mismo nombre. Esto deja abierta la incógnita de si Cleopatra pudo ser la gran precursora del hermetismo en Europa. Desafortunadamente, nunca lo sabremos.

«Cleopatra y la fascinación de Egipto»

Sala de la exposición «Cleopatra y la fascinación de Egipto».
Sala de la exposición «Cleopatra y la fascinación de Egipto».

Hasta el 8 de mayo se puede visitar en el Centro de exposiciones Arte Canal la mayor exposición sobre la figura de la última reina ptolemaica que ha visitado Madrid. está comisariada por los profesores Giovanni Gentili y Martín Almagro-Gorbea, y la componen cuatrocientas piezas arqueológicas procedentes de ochenta museos diferentes (incluyendo Brooklyn, Berlín e incluso piezas de la valiosísima colección del museo egipcio de Turín).

En la muestra se ha dado gran importancia al contexto histórico, y su visita constituye un paseo por los principales lugares donde transcurrió la vida de Cleopatra VII, incluyendo un audiovisual que recrea la historia de la ciudad de Alejandría. El diseño de los expositores y figuras se ha cuidado para que se adecue al estilo ptolemaico. En la última parte de la exposición, se puede ver una interesante colección de pinturas, esculturas y atrezo cinematográfico, que refleja la influencia de la reina en el arte y el cine. Destaca un óleo original de John William Waterhouse. Paralelamente a la exposición, se han organizado talleres en torno a Egipto para todas las edades, entre los que destaca uno dedicado a la comprensión del Libro de los Muertos.

Las incógnitas que la figura de Cleopatra VII dejó abiertas a su muerte son innumerables. Empezando por su propia tumba, que no se ha podido hallar a pesar de las abundantes y bien dotadas expediciones arqueológicas destinadas a ello. Ella pidió ser enterrada de forma ritual junto a Marco Antonio, por lo que, en caso de localizarse, el lugar podría ser uno de los más impresionantes hallazgos del siglo xxi, y tal vez nos regalara más pistas sobre la verdadera reina maga. Por ahora debemos contentarnos con contemplar las ruinas de su palacio, sumergido bajo el actual puerto de Alejandría, que ciertamente evoca un pasado de esplendor cuya verdadera historia se ha perdido para siempre.

Sergio Álvarez

Este artículo pertenece a la revista Mistérica Ars Secreta Nº 6  La mujer y el misterio.

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