«En verdad, pocos adultos pueden ver la naturaleza. La mayoría de la gente no ve el sol. Al menos tienen una visión muy superficial… Cruzando un campo desnudo, nevado, al atardecer, bajo el cielo nublado, sin tener en mis pensamientos ninguna ocurrencia especial, he disfrutado de un éxtasis perfecto. Me siento feliz hasta casi tener miedo. Dentro de estos campos de Dios, un reino de decoro y santidad, se viste un festival perenne, y el invitado no ve cómo podría cansarse de él en mil años. En el bosque, volvemos a la razón y a la fe. Allí me siento que en la vida no me puede ocurrir nada, ninguna desgracia o calamidad que la naturaleza no pueda reparar. De pie sobre el suelo desnudo -mi cabeza se baña en el aire alegre, y elevada al espacio infinito- todo egoísmo desaparece. Me vuelvo un ojo transparente; no soy nada; lo veo todo; las corrientes del Ser Universal circulan a través de mí; soy parte integrante de Dios.»
Ralph Waldo Emerson, escritor, filósofo y poeta.