Cuando acudimos a los museos, rara vez nos fijamos en las paredes; prueba de ello es que casi nunca recordamos ni el color del muro sobre el que pende nuestra pintura favorita, ni tampoco el número de paredes exactas que forman las salas más míticas de nuestras grandes pinacotecas. Sin embargo, los museólogos, los galeristas y los mismos pintores saben cuán importante es el lugar donde se enclava un cuadro. La luz que le llega, o la distancia a la que se puede observar, son elementos clave para el funcionamiento de un cuadro, y no tenerlos en cuenta provoca que a veces un lienzo no cumpla su misión.
Por Miguel Zorita.
Este artículo pertenece a Mistérica Ars Secreta Nº 2.
«El misterio como nunca antes te lo habían contado».
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