Pero, entre nosotros, entre tú y yo, se interpone una figura extraña, exótica, extranjera; una figura que proviene de un exterior lejano y acaso hostil. Una figura (des)calificada por mil lacras que acompañan a un solo y versátil prefijo (ex-).
Patxi Lanceros. “Gente vil y sin nombre”
¿Dónde reside la fuerza de la humanidad? ¿Dónde radica su permanencia como especie? Incluso alguien —el más avezado de la clase— se atreverá a preguntar, con cierta desesperación, ¿cómo es que no nos hemos extinguido antes? Desde luego uno de los grandes misterios de la historia, sobre todo si tenemos en cuenta los últimos cincuenta años de nuestro devenir. En cualquier caso, y a nivel personal, creo que una de las razones por las que nos mantenemos hoy en día es la búsqueda constante. Búsqueda —bien por curiosidad o por necesidad— ante todo de nosotros mismos. En el fondo somos simplemente identidad, formada completamente o en camino de construirse, pero identidad al fin y al cabo. Buscamos incesantemente forjar nuestro ser por medio de múltiples herramientas, ya sea por estética —donde las denominadas tribus urbanas juegan un papel fundamental—, por pensamiento —por medio de ideologías que van moldeando nuestro propio criterio— o incluso por aparentes formas de vida —desde un deportista en oposición a un sedentario hasta el vegano que ataca al carnívoro—.
Y justamente en esa búsqueda constante de identidad es donde encontramos la figura clave: el otro. Ay, ¡cuántas obras podrían resumirse simplemente en la búsqueda y confrontación con el otro para llegar a la identidad misma! Existen diferentes definiciones de lo que simboliza en sí el otro, pero sin duda me quedo con la de Baudrillard. Para el pensador francés, el otro es aquello que queremos mantener alejado de nosotros pero que sin embargo necesitamos para construir nuestro Yo. Somos simples, así que nos construimos a nosotros mismos por oposición —soy de izquierdas porque no soy de derechas, me gusta leer porque no soy futbolista… o incluso, soy trekkie porque no soy warsie, por ejemplo y otras oposiciones por el estilo—. En síntesis, buscar a ese que no soy yo y que utilizo para diferenciarme es la eterna lucha de los pueblos, pero… ¿cómo lo refleja la literatura?
Sirva esto como iniciación a un mundo vasto, el de los otros hostiles, que inunda la cultura en múltiples aspectos. Ahora bien, ¿quieres encontrar la mirada de los otros entre libros? Estos cuatro pasos te llevarán ahí… o a otro sitio, quién sabe.
PASO UNO. Antes de buscar a los otros, de entenderlos, nada como entenderse uno mismo. Y no sólo depende del humor con el que te has levantado esta mañana o del tipo de camisa que has escogido, Tabucchi nos adentra en un universo mucho más profundo que va más allá de si eres más de café o de té. La confederación de las almas es toda una teoría entre la filosofía, la psicología y la antropología que el escritor italiano —pero portugués de corazón— explica a las mil maravillas en una de sus obras maestras: Sostiene Pereira. Si aún no está entre tus lecturas, dicen que es uno de esos libros que leer antes de morir.
PASO DOS. El otro básico comienza aquí. Antes de nada, a veces un buen chicle hace maravillas. No es que tenga que ver con la halitosis, sino con el aliento vital; sólo que la búsqueda de la vitalidad interior, a veces puede provocar mareos. Aquí entra en juego el Poe más desconocido, aquel que enarbolaba humor ácido y grotesco en parte de sus narraciones. En “El aliento perdido” seremos testigos de la búsqueda de un hombre de su identidad pero de la forma más palpable posible: ha perdido, literalmente, el aliento; de hecho, una de las escenas, cuando por error van a ejecutarle, el hombre no muere… ¿quién puede morir sin su aliento? Merece la pena, como refuerzo en este paso, contrastar el relato de Poe con el curioso “Último aliento” de Joe Hill —en su antología Fantasmas—, donde un curioso y extraño museo termina convirtiéndose en un guiño al maestro.
PASO TRES. Del otro pasamos a lo extraño. Y es que si el mundo está lleno de identidades extrañas y estrambóticas, este tercer escalón nos lleva al mundo de lo monstruoso y lo deforme, aquellas categorías estéticas que por el rechazo y la repulsión que provocan, construyen nuestro yo por aversión. Sin duda se engloba dentro de lo extraño la construcción de identidades igualmente repulsivas, desde el racismo a la intolerancia, o desde el nacismo a la esclavitud. Para entender las miradas de esos otros extraños y monstruosos nada mejor que El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde, o algo más actual como Vida y amores de una maligna de Fay Weldon, que casa a la perfección con Freaks de Browning (La parada de los monstruos, 1932) o la primera filmografía de Cronenberg, con especial atención en La mosca (1986).
PASO CUATRO. La mirada última, casi de soslayo, del otro, recae en lo incognoscible. Ocupa este escalón aquello que por insondable termina traspasando fronteras identitarias. Un otro que remueve conciencias, que representa los límites más oscuros y misteriosos del alma humana. Ejemplifica este paso un relato, corto pero sencillo, como puede ser “El extraño” de Lovecraft. Termina por clasificarse aquí ese otro que provoca la destrucción de la identidad, y sin duda para estómagos mejor preparados encontramos obras maestras como Salò de Pasolini o la búsqueda brutal y cruenta de Plop de Rafael Pinedo.
Identidades varias, otros y miradas… ay, si buscásemos mejor… Otro gallo nos cantaría.
Madrid, 1987. David Hidalgo es filólogo hispánico, teórico de la literatura, crítico cultural, escritor de relatos y guionista de cómics. Combina su formación académica y sus intereses literarios y cinematográficos enfocados hacia el horror narrativo redactando artículos para diferentes revistas y webs. Actualmente es Coordinador de Literatura de la Semana Gótica de Madrid.