lugar categorías: Curiosidades y SubterráneosEtiquetas de lugar: Caverna, Cueva, Osos y Restos óseos
En la región rumana de Transilvania, situada sobre los montes Apuseni y cerca de la villa de Chişcău, se encuentra la magnífica Pestera Ursilor (Cueva del Oso). Esta cueva fue descubierta accidentalmente el 17 de septiembre de 1975 cuando, tras la detonación de un barreno en la cercana cantera de mármol, se abrió una gran oquedad que llamó la atención del minero Traían Curte; sin pensárselo dos veces, este penetró hacia el interior encontrándose con una fuerte bajada que conectaba con una enorme sala. Asombrado por la espectacularidad de su descubrimiento, Curte difundió su hallazgo de manera que enseguida el grupo de espeleólogos «Speodava» realizó el primer estudio de la intrincada caverna. Curte se preocupó al pensar que, por mor de no entorpecer los trabajos mineros, se pudiera soterrar la entrada y acallar el descubrimiento así que, durante las tres semanas siguientes, no quiso alejarse del sitio… y poco después, dejó su trabajo y se dedicó plenamente a la exploración de la cueva.
El estudio arqueológico y paleontológico duró 5 años, tras de los cuales se abrió al público una sección de la cueva, manteniendo el resto protegido. Sus galerías, de gran longitud, presentan dos niveles en altura, de los cuales la planta baja, con 488 m, puede ser visitada y la superior, de 521 m, queda restringida para las investigaciones científicas.
Además de extraordinarias estalactitas y otras formaciones geológicas, lo más interesante se conserva en la sala de los Huesos: su nombre deviene del hallazgo de más de 1500 piezas óseas y 140 cráneos de animales, principalmente osos (ursus spelaeus), aunque también cabras montesas, hienas, leones… todos ellos de más de 15.000 años.
Se especula (no hay constatación) que por esas fechas hubo un gran cataclismo que ocluyó la entrada de la cueva quedando más de 100 osos atrapados en su interior, de suerte que se fueron devorando los unos a los otros hasta que no quedó ninguno vivo; sea como fuere, aun se observan en las paredes los profundos arañazos de los animales, posiblemente tratando de escapar de la oscura cárcel en la que perecieron.
Fotografías: Esther Núñez Pariente de León.
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