El vetón fue un pueblo de cultura celta que durante la Edad del Hierro (desde el s. V a. C.), habitó las hoy provincias de Cáceres, Segovia, Ávila y parte de las de Badajoz, Toledo, Zamora y región centro-oriental de Portugal.
Gentes guerreras que asentaban sus castros y oppida en lugares geoestratégicamente defendibles, paulatinamente fueron cambiando sus formas de vida: aunque inicialmente basaban su economía en la ganadería y su sistema político presentaba una jerarquía escasamente desarrollada, progresivamente fueron dedicándose más a la agricultura -de suerte que sus ciudades crecieron y se protegieron mediante murallas torreadas de edilicia frecuentemente ciclópea- y su estructura social se estratificó.
Durante el s. II a. C. se aprecian cambios drásticos en la comunidad vetona, debido a la conquista romana y a las guerras lusitanas de Viriato; el proceso de romanización fue relativamente rápido, la población se hizo más urbana y lo que era un eje de comunicaciones desde la prehistoria, se convirtió en la importante ruta comercial Vía de la Plata, que atravesaba sus territorios.
No obstante, la marca de identidad de este pueblo fueron unas esculturas llamadas genéricamente verracos, por representar masivamente a cerdos sementales, aunque también a jabalíes y toros. Encontramos tallas de esta tipología diseminadas por Extremadura y Castilla, si bien su paradigma son, sin duda, los denominados Toros de Guisando.
Próximo a la localidad de El Tiemblo (Ávila) observamos, alineado mirando a poniente, un conjunto escultórico compuesto actualmente por 4 toros (se reconocen por ciertas oquedades en la frente, fruto de haber tenido insertados cuernos), realizados en granito y datados en los ss. IV al I a. C. Miden entre 2,77-2,64 m/longitud y 1,45-1,29 m/altura, presentan labrado tosco pero relativamente realista (por ejemplo, las arrugas del cuello marcadas con incisiones), y dos de ellos tienen grabadas inscripciones en latín.
Posiblemente tuvieran una función apotropaica que propiciara salud y fertilidad al ganado; también podrían revestir carácter religioso, funerario, de demarcación territorial…
Y la arqueología no es lo único de interés en este sitio histórico, ya que Isabel la Católica juró allí, en 1468, el tratado homónimo al yacimiento
Fotografías: Esther Núñez Pariente de León
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