Edificio de la Cruz Roja

Una increíble historia que remonta a finales de los años ochenta. Una noche un grupo de voluntarios de la Cruz Roja Española decidieron realizar una ouija, para intentar invocar a un antiguo compañero de esta institución, Miguel Ruíz, que había fallecido poco antes en un terrible accidente. El fallecido era muy querido y admirado por sus compañeros, pero aquella ouija provocó el despertar de una energía con extrañas luces blanquecinas que paseaban errantes por el edificio. Fue justo en la taquilla del voluntario fallecido donde comenzaron golpes y a salir objetos de dentro de la misma que estaba cerrada con llave. Los voluntarios, lejos de dar por finiquitada la sesión, continuaron realizando otras más, atraídos por la curiosidad de averiguar el origen de todo aquello, y no lograron otra cosa que provocar a la presencia que allí se encontraba. Las luces se encendían solas en medio de la noche, y cristales que parecían haberse roto pero no lo estaban. Los altos cargos de la Cruz Roja granadina prohibieron terminantemente que todos aquellos sucesos trascendieran a la luz pública, pero finalmente la información fue filtrada a la prensa. Uno de los sucesos más inexplicables ocurrió cuando un funcionario haciendo guardia una noche, se le acercó un señor mayor vestido con un traje militar verde y le preguntó por el capitán Martínez. Haciendo memoria el funcionario le contestó que el capitán Martínez hacía mucho que ya no trabajaba allí, pero que con gusto iría al archivo a ver si le conseguía el número de contacto. Cuando regresó el señor ya no estaba, aunque el funcionario no le dio mucha importancia. Sin embargo, sí le dieron escalofríos al percatarse que en la sala de juntas había un retrato con la misma imagen del señor militar con quien conversó antes: era el comandante Ballesteros, fallecido unos años atrás.