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lugar categorías: Edificios y FantasmasEtiquetas de lugar: Chancillería y Verdugos
La Real Chancillería de Granada es un imponente edificio de corte renacentista mandado construir por la Reina Isabel La Católica en 1.505 como órgano judicial, cuando ordenó trasladar a Granada la Real Audiencia y Chancillería desde Ciudad Real. Esta nueva Real Audiencia heredó las competencias de la anterior, y su jurisdicción se extendía desde el río Tajo hacia el sur de la Península y Canarias (puesto que al norte del citado río era Valladolid quien aplicaba la justicia). La Audiencia de Granada fue una de las cinco sedes que contaba con verdugo hasta finales del S XIX. Su función de prisión y recinto donde se ejecutaban las sentencias de los condenados a muerte ha envuelto a este bello edificio en un halo de misterio… En su interior, existen unas escaleras bellísimas con tres arcos que representan las virtudes y escudos de los Reyes Católicos y un medallón que representa a Carlos V; al pie de estas escaleras estaba la cueva del verdugo, donde solía esperar las instrucciones de la corte. Los dos verdugos más famosos que hicieron su trabajo allí fueron: Lorenzo Huertas, ejecutor de finales del siglo XIX, conocido como el “Maestro Lorenzo” o el “Cortacabezas”, iba vestido siempre con una larga capa negra y sombrero de ala ancha, y portaba un garrote de 1.777 mientras recorría los bares de Granada para beber un trago de anís. Los autores lo describen como un “hombre pequeño y cargado de espaldas, con horribles protuberancias en la cabeza, mirada penetrante y maliciosa que presumía de ser muy bueno en su oficio”. Y más recientemente: Bernardo Sánchez Bascuñana, que falleció en 1.972 euros y que ha podido será el último de los verdugos españoles. Bernardo protagonizó más de doce ejecuciones hasta los años sesenta, y cuyo caminar por las calles de Granada provocaba verdadero pavor entre sus vecinos… Hoy día son varios los trabajadores del edificio que han reconocido haber visto a un hombre que camina hacia pasillos sin salida o habitaciones cerradas, ataviado con capa y sombrero y que desaparece. La visión más fuerte fue en 1.988 cuando una empleada de limpieza del edificio presenció la aparición de una figura que flotaba en el aire, sin rostro, y que se perdió al final del pasillo donde aún se guarda el garrote vil. La señora se atrevió a invocarlo con la siguiente pregunta “¿Quieres algo de mí?”, pero no halló respuesta alguna.
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