La leyenda de la dama blanca de Castril

El actual Museo Arqueológico de Granda, la casa de Castril, se construyó sobre los cimientos de un palacio árabe. Los Reyes Católicos para recompensar a su secretario, Hernando de Zafra, sus acciones durante la guerra de Granada y posterior repoblación de la misma, donaron al aristócrata y letrado un solar en la parte baja del barrio del Albayzín, para construir allí su vivienda. Cuenta la leyenda que Hernando de Zafra enviudó y vivía solo con su hija, Elvira, una hermosa cristiana de 18 años con una larga melena dorada. Hernando de Zafra era muy terco y malhumorado, y estaba enemistado con los granadinos, porque al parecer, lo trataban de forma despectiva. El padre de la joven se convirtió en su protector, y no le permitía que conociera hombre alguno, pero Elvira se enamoró de don Alfonso de Quintanilla, el hijo de una familia enemiga de los Zafra. Ellos se veían algunas noches en su habitación con la ayuda de una paje. Una de estas noches estuvieron a punto de ser sorprendidos por Hernando, aunque a Alonso le dio tiempo de escapar… Cuando el padre de Elvira abrió la puerta encontró a su hija medio desnuda junto al paje que era testigo de sus citas. Hernando al verlos juntos pensó que era el paje quien había deshonrado a su hija y envuelto en cólera decidió mandar a colgar del balcón en ese mismo instante al criado… El paje imploraba clemencia mientras Hernando le recriminó: “Pide cuanta justicia quieras. Ahí ahorcado puedes quedar esperando la del cielo cuanto tiempo te plazca”, continuación de la ejecución. Hernando de Zafra mandó tapiar el balcón y escribir en el muro la siguiente inscripción: “Esperando la del cielo” (texto que aún aparece esculpido en el edificio). Elvira fue encerrada en su habitación y un día sin poder soportarlo más acabó con su vida con un potente veneno. Hoy día la Casa del Castril es el museo arqueológico, cerrado temporalmente por reformas. Los vigilantes del museo relatan que han presenciado fenómenos inexplicables: aseguran que pasea a solas por estas salas, cuando están cerradas, una extraña figura morena de pelo largo rizado y vestida de blanco. La imagen porta una vela, y dicen que tienen la sensación los que la contemplan que les mira y una vez esfumada su silueta, se respira una extraña paz.