On the last day I took her where the wild roses grow
And she lay on the bank, the wind light as a thief
And I kissed her goodbye, said, «all beauty must die»
And lent down and planted a rose between her teeth
Nick Cave & Kylie Minogue. «Where the Wild Roses Grow», Murder Ballads, 1996.
Una mujer ciegamente enamorada de un hombre al que entrega su pureza. Celoso de su amor y enloquecido de celos, él la asesina y la deja a merced de las suaves olas del río, entre los juncos, con una rosa entre sus labios. Murder Ballads es el noveno álbum de estudio de Nick Cave & The Bad Seeds; un puñado de canciones que parecen de amor pero que en realidad son de muerte, con las cuales el artista australiano no solo rinde su propio homenaje al subgénero homónimo de las murder ballads, sino que lo trae a los modos compositivos contemporáneos: el pop y el rock. No en vano, este disco gozó de un gran éxito comercial, utilizando como baluarte el hermoso vídeo Where the wild roses grow en el que, junto a su compatriota Kylie Minogue, crea un estilizado dueto lírico con evidentes referencias a la Ofelia de los prerrafaelitas, entre otras.
Pasión, celos, engaño y crimen se mezclan en las murder ballads, un subgénero de las baladas tradicionales escandinavas, celtas y anglosajonas en el que se relatan antecedentes, momento central o desenlace de un terrible crimen pasional. ¿Por qué relatar estas historias cruentas? ¿Por qué enmascarar crímenes bajo hermosas melodías que suenan a amor?

Origen de las murder ballads
El origen de las llamadas murder ballads se remonta a las broadsheets ballads o gallow ballads del siglo xvii en Gran Bretaña, más concretamente a la zona fronteriza entre Escocia e Irlanda. En cierto modo son un equivalente de los romances de ciego españoles, en donde se narraban sucesos generalmente reales cargados de novelesca y detalles inventados para hacerlos más apetecibles a los oyentes, además de aportar una lección moral. A diferencia de los romances clásicos, el lenguaje y la métrica eran populares, de fácil comprensión y gran dramatismo, para captar y mantener la atención.
Transmitidas oralmente, como la Ilíada y la Odisea clásicas, las baladas iban adaptándose a las formas, gustos y acontecimientos locales. Por ello es fácil rastrear de qué manera un tema como la popular Oxford Girl se convirtió en The Wexford Girl al llegar a Irlanda, y luego pasó a ser Kentucky Girl cuando cruzó el océano y llegó a los Estados Unidos. Aunque situada en diferentes escenarios, en las tres versiones se cuenta básicamente la misma historia: un molinero deja embarazada a una joven; al no querer hacerse cargo del niño, la golpea hasta matarla. En este tema aparece un recurso delator clásico que, como en muchas otras manifestaciones artísticas, desencadena la caza y captura del criminal: la sangre. En algunas versiones el padre del molinero se da cuenta de que el asesino ha sangrado por la nariz; en otras ocasiones la hemorragia se produce cuando es llevado a juicio. En cualquier caso, la sangre aparece como elemento incriminador que ayuda a que se haga justicia.
Murder ballads en Estados Unidos
Uno de los mayores estudiosos de las murder ballads es el estudiante del folclore norteamericano Alan Lomax, que dedicó todo un volumen del clásico de 1960 Folk Songs of North America a este tipo de canciones. Una de las más conocidas y estudiadas es «Pretty Polly». Resulta posible rastrear más de ochenta grabaciones de esta canción, desde la primera de B. F. Shelton (1927) hasta versiones de Ella Fitzgerald, Queen Adreena, Bob Dylan o The Birds. El tema cuenta la historia de una joven que es llevada al bosque por su amante, donde es acuchillada y enterrada en una tumba recién cavada. Después el asesino se hace a la mar, pero es acechado por el fantasma de la mujer hasta que finalmente confiesa su crimen, enloquece y, según la versión, se suicida o es ajusticiado. Está especialmente bien documentado el origen de esta balada, ya que se conserva una broadsheet en la Lewis Walpole Library llamada The Gosport Tragedy, fechada entre 1760 y 1765, donde se relata la misma historia incluyendo idénticos episodios, como el de la desdichada Polly rogando por su vida de rodillas ante la tumba recién cavada y posteriormente su fantasma apareciéndose a su despiadado asesino, en ambos casos con casi las mismas palabras que en las versiones modernas. Este es un ejemplo de murder ballad en el que se incorpora el componente de lo sobrenatural a la narración.

La fusión con el country y el blues
Con la emigración escocesa e irlandesa, estos temas dramáticos tuvieron un especial impacto; sobre todo en la zona del suroeste del país, donde se fusionaron con el folclore y la música local y se convirtieron en la temática habitual de los dos tipos de música popular norteamericana por excelencia: el country y el blues. Es principalmente en estas dos formas como han llegado a popularizarse las murder ballads en nuestra época, de la mano de cantantes country o folk, como Johnny Cash, y de viejos bluesmen, sobre todo de los procedentes de la zona del Mississippi, como Son House o Leadbelly.
En «Delia´s Gone», de Johnny Cash, Delia es atada a una silla por su amante, quien la acusa de haberle sido infiel y le dispara en la cabeza. Como la mujer no muere del primer disparo, él la remata con un tiro de gracia. Ya en prisión, le confiesa al carcelero que no puede dormir porque oye a todas horas los pasos de su amada a su alrededor. Sin embargo, la historia real en la que se basa la canción es mucho menos glamurosa. Delia Green nació en Georgia en 1886. Con catorce años fue asesinada en nochebuena por su primo Mose Houston, de quince, aparentemente por rechazarle y reírse de él. Mose pasó quince años en prisión por ese crimen. Murió en 1927 en Nueva York. Delia está enterrada en una tumba sin nombre en el cementerio de Laurel Grove, en Savannah.
Por su parte, Kurt Cobain hizo popular el viejo clásico de Leadbelly Where did you Sleep Last Night, también conocido como Black Girl o In the Pines. En esta canción un hombre le pregunta a su mujer dónde ha pasado la noche; después se va de casa y sufre un accidente o se suicida, porque su cabeza aparece entre las ruedas de una locomotora, aunque su cuerpo «nunca se llegó a encontrar».
Por último, Frankie and Johnny es una de las murder ballads más famosas de la historia. Ha sido interpretada por Van Morrison, Bob Dylan, Elvis Presley, Stevie Wonder, Duke Ellington… Supone una vuelta de tuerca a la temática tradicional, porque es Frankie quien, cansada de las continuas infidelidades de Johnny, le espera en el bar y, cuando este aparece, le dispara dos veces. La primera versión de esta historia se remonta a 1899 y originalmente se llamaba Frankie Killed Allen. El tema hace referencia al asesinato de Allen Britt, de diecisiete años, por su amante Frances Baker, de veintidós. El hecho quedó recogido en los periódicos de la época, que narraron cómo Allen ganó un concurso de baile sin contar con Frankie; esta, despechada, le esperó a la puerta de su casa y, cuando él volvió de madrugada, le disparó dos veces en el estómago. Allen murió cuatro días después en el hospital. Frankie declaró enajenación mental transitoria y defensa propia, y fue internada de por vida en un sanatorio mental de Portland, donde falleció en 1952.
En la actualidad estas historias suelen pasar desapercibidas para el gran público; sobre todo en países como España, donde las letras en inglés no siempre son entendidas por los oyentes. La forma prevalece sobre el fondo y se pierde el sentido dramático de las historias, por contraposición a su origen de romances cantados para la trasmisión oral entre un público analfabeto. Cuántas veces habremos cantado «Black Girl» de Nirvana o nuestros padres «Delilah» de Tom Jones sin ser conscientes del terrible crimen oculto tras la pegadiza melodía. Cantar un asesinato pasional es un acto que intenta comprender la naturaleza humana más allá de la fascinación morbosa. un intento de aproximación lírica al lado oscuro del alma del hombre que estrangula a su amada encinta; de la joven que espera pacientemente a que su novio regrese a casa para descerrajarle dos tiros; del esposo que, loco de celos, asesina a la madre de sus hijos. Son canciones de amor y locura. Y lo más terrible es que, en muchos casos, se basaron en hechos reales. La realidad siempre supera a la ficción.
Este artículo pertenece a la revista digital Mistérica Ars Secreta Nº 5. La puedes adquirir aquí:
Eva Astorga es experta en aprendizaje digital con más de 17 años de experiencia en consultoría y unos cuantos más en multimedia y videojuegos. Autora del blog www.lateralia.es.