Jacobo Siruela (Ed.).
Vampiros.
Atalanta.
Por Pedro Ortega.
La figura del vampiro pertenece al imaginario universal, casi como un arquetipo jungiano que esté vinculado al ser humano desde el principio de nuestra existencia. La primera referencia documentada nos lleva a China cuando Tszé Chan habla de esta figura aproximadamente en el 600 a.C.; también lo encontramos en las tablillas mesopotámicas y, como no, la Lilith de la tradición hebrea sería una vampira primigenia. De ahí hay un solo paso al mundo griego y de ahí el enraizamiento con la cultura occidental. No obstante, el término “vampiro” como tal es de reciente cuño, lo hallamos en Alemania en el siglo XVIII.
De esta manera, introduciéndonos a los orígenes de la figura del vampiro, Jacobo Siruela comienza el prólogo de esta magnífica antología sobre la literatura vampírica, tercera que este célebre editor y ensayista ha realizado en su trayectoria literaria.
La elección de los textos es magnífica y se centra en los relatos contemporáneos en los que aparece la figura del vampiro moderno, una figura que no siempre se ciñe a los cánones del famoso Drácula de Stoker sino que presenta características diversas pero siempre con la intención de robar el alma de sus víctimas ya sea a través de la sangre como elemento físico o de su energía vital como elemento espiritual. La antología recorre un período que da comienzo en 1800 con la publicación de “No despertéis a los muertos” de Johann Ludwig Tieck y se cierra en 1975, año en que se publica “Páginas del diario de una joven” de Robert Aickman.
Para un historiador del Arte que cuenta, entre sus especialidades, con el estudio del arquetipo de lo siniestro, esta antología viene a narrar toda una serie de historias que implícitamente se muestran a través de las obras de Arte y que las contextualizan y complementan, muchas de ellos acertadamente reproducidas al comienzo de los capítulos. Sirven pues a quien escribe a sustentar de manera literaria una de las figuraciones canónicas de la entidad siniestra.
Por una parte tenemos la conformación de la figura del vampiro a lo largo y ancho del siglo XIX, es ese vampiro de aureola romántica genialmente retratado por gigantes como E.T.A. hoffmann, Edgar Allan Poe, Théophile Gautier o Charles Baudelaire y que culmina con la configuración canónica del mito en el Drácula de Bram Stoker. Aunque Jacobo Siruela en anteriores ocasiones reprodujo en las antologías antes mencionadas tres capítulos de esta novela, esta vez ha decidido incluir un relato de Stoker menos conocido: “El invitado de Drácula”, escrito de forma coetánea a la de su archiconocida novela.
El libro nos lleva también por la senda de la literatura contemporánea y vemos como el mito empieza a fluctuar y a cubrirse de una aureola diferente según avanza el siglo XX. De estos relatos quiero mencionar por una parte “El almohadón de pluma” de Horacio Quiroga, un relato que me marcó muchos años atrás, y otros que descubro en esta edición como “la nieve que arrastra el viento” de August Derleth –a quien conozco por ser discípulo de Lovecraft-, así como el fantástico “Bebe mi sangre” de Richard Matheson.
Con esta lectura he logrado aproximarme a la figura literaria del vampiro que, al igual que sucede en el Arte, es una figura poliédrica, llena de matices y de carácter y que representa de alguna manera un lado oculto –a veces una aspiración- que todos tenemos.
Sin lugar a dudas, todo aquel lector avezado que quiera sumergirse en el mundo del vampiro contemporáneo tiene en esta antología un lugar donde satisfacer su curiosidad y degustar una magnífica literatura.

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